Un Segundo Comienzo Con Mi Ex-esposo por Dalia Herrera Capítulo 23

Capítulo 23 

+15 BONUS 

-No hacia falta. Yo’nunca tuve lugar en esta casa. Temía más bien que al regresar, molestara a ciertas 

personas-Su tono fue frío. 

La abuela Sánchez se volvió fria inmediatamente: 

-¿Quién lo dijo? En la familia Sánchez, solo te reconocimos a ti como nieto. Creciste para heredar la 

familia Sánchez. Si tú no regresabas, ¿quién más podría hacerlo? 

Gabriel no supo que después de que Pedro se casara con Marta Ruiz, estuvo estrictamente prohibido 

entrar a la mansión Sánchez. 

Incluso Sergio no fue reconocido en la familia Sánchez. 

-Gabriel, ¿esa fue la manera en que te enseñaron a hablar durante esos años? 

Gabriel apretó con fuerza los palillos, las venas en el dorso de su mano pálida sobresalían: 

-¡Quien me enseñó no es asunto tuyo, padre! 

-Solo vine esa vez porque no quería causarte mayor molestia. Lo siento de cualquier modo, abuela. 

La abuela Sánchez notó que algo no iba bien y le puso la mano en la suya: 

-Gabriel, ¿qué te pasó? ¿Alguien te lastimó? ¡Dimelo y yo les doy por mí misma una paliza! 

-No es necesario-Gabriel dejó los palillos, sacó una servilleta y se limpió la boca, mirando a alguien a 

su lado ¿Trajiste a la persona? 

El mayordomo respondió: 

-Ya está fuera. 

Gabriel hizo un gesto casual. 

El mayordomo hizo señas a los guardias de la puerta. Pronto, dos de ellos trajeron a un hombre con una 

camiseta negra lleno de heridas y lo tiraron al suelo. 

Al reconocer al hombre en el suelo, Pedro exclamó: 

-i¿Sergio?! 

Sergio tenia moretones por todo el rostro, sus manos estaban torcidas en una posición extraña, 

claramente rotas. Yacia en el suelo, medio inconsciente y con una mirada de impotencia. 

+15 BONUS 

La abuela Sánchez apenas pudo ocultar su disgusto: 

-Esa manzana podrida, ¿para qué lo trajiste, Gabriel? 

Pedro, alterado, exclamó: 

-¡Gabriel, él es tu hermano! 

-Sabe por qué le hice esto. Sabia a quién no debía tocar-dijo Gabriel con calma-. Padre, si no puedes 

enseñarle, yo lo haré por ti. No pienses que, porque estuvo en la casa Sánchez por unos años, olvidó 

quién es. 

Pedro se puso pálido, sin palabras ante la abuela. 

Por último, Gabriel dijo: 

-Déjame recordarte, padre… No tengo hermanos. Mi madre solo tuvo un hijo. 

El mayordomo ayudó a Gabriel a su silla de ruedas y miró al medio muerto Sergio en el suelo: 

-¡Recuerda a quién puedes tocar y quién no en el futuro! ¡Esta es la última vez! 

Cuando Gabriel se subió al auto, el mayordomo miró por el espejo retrovisor y vio que el joven señor 

cerró los ojos con el ceño fruncido: 

-¿Estás sufriendo de nuevo por tu pierna? ¡Vamos al hospital! 

-Estoy bien, volvamos-Gabriel abrió los ojos, soportando el dolor- ¿Cómo está Luna ahora? 

-La señorita García podrá levantarse en unos días. El doctor dijo que se está recuperando bien. 

-Me alegra escucharlo. 

-Por cierto, la señorita García envió un mensaje a través del empleado de la floristería. Dijo que le 

gustaron mucho las flores. 

-Me alegra que le gusten. -Gabriel sonrió ligeramente, pensando en que eran sus favoritas. 

De repente, sacó una elegante caja de terciopelo negro de su bolsillo. Al abrirla, dentro había un brillante 

collar con un colgante de luna de cristal. 

Fue un regalo que planeó darle cuando se encontraran. Inspirado por su nombre, lo diseñó él mismo. 

Ansiaba el momento de ponérselo en su hermoso cuello. 

El mayordomo miró de reojo por el espejo retrovisor, pensando que hacía mucho tiempo que no veia al 

joven señor sonreír así desde el accidente. 

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