Un Segundo Comienzo Con Mi Ex-esposo por Dalia Herrera Capítulo 20

Capítulo 20 

Luna tomó dos analgésicos y finalmente se durmió. 

Pero de pronto, a las tres de la madrugada, Luna comenzó a sudar profusamente, y tenía dificultad para 

respirar. 

En la cama, Luna hizo un gemido de incomodidad. Andrés dejó su portátil y le tocó la frente y las mejillas. 

-La temperatura le ha bajado bastante. parece que ya no tiene fiebre. 

En ese momento, doña Liora llevaba agua y entró en la habitación. 

-Señor Martínez, déjame cuidarla. Mañana tienes que ir a trabajar, no te canses demasiado. 

Andrés salió. El sabia que, aunque no había una relación romántica entre él y Luna, ella era como una 

hermana para él. La trataba muy bien.¿Ella ha tomado los analgésicos? 

Doña Liora respondió: 

-Sí, los tomó juiciosa a las diez en punto. 

-No puede tomar demasiados medicamentos -Andrés exprimió la toalla en el baño y limpió el sudor 

frío de su rostro- Doña Liora, ve a descansar. Mañana tengo medio día libre. 

Doña Liora miró a Luna dormida en la cama, y luego a Andrés. 

-Bueno… está bien…. 

-No… -La voz de Luna era débil, y ronca-. Quiero a Liora… Liora, por favor no te vayas…. 

De hecho, Luna se había despertado hace un rato, pero al escuchar la voz de Andrés, no deseaba 

despertarse para enfrentarlo. Liora se le acercó rápidamente y sujetó su mano con cariño. 

-Vale… no me iré. 

-Señor Martínez, Luna me necesita. Será mejor que me quede a cuidarla.. 

-Está bien, voy a la habitación de al lado. Si necesitas algo, avisame. 

-De acuerdo, señor Martínez. 

Cuando Andrés se dio la vuelta, su rostro recuperó su frialdad habitual y la puerta de la habitación se 

cerró suavemente. 

Luna abrió lentamente los ojos, y vio como su figura desaparecía por la rendija de la puerta. Luego, de 

+15 BONUS 

-Liora, también deberías descansar, estoy bien. 

-¿Te has despertado debido al dolor de nuevo? -Doña Llora se secó las lágrimas de los ojos, mirándola 

con compasión. 

-No, estoy mucho mejor. 

-Luna, ya no te gusta el señor Martinez, ¿verdad? 

La mirada de Luna se posó en el techo blanco. 

-Sí, ya no me gusta. Basta con todo eso. Además, el corazón de Andrés nunca ha estado conmigo. 

Obligarlo solo lo hará cansarse más de mí. 

Durante los años en los que estuvo casada con Andrés, todas las veces que él salía y se emborrachaba, 

o incluso cuando hablaba en sueños por la noche, todo estaba relacionado con Isabel. 

A pesar de los ocho años de matrimonio, Andrés nunca llegó amarla, tratándola solo como un estorbo. 

-Asi que… creo que es mejor ser su hermana. Además… papá tampoco quiere que yo esté con Andrés. 

-Por lo tanto, es mejor dejarlo ir, y permitirle estar con Isabel. Ahora solo quiero terminar mis estudios y 

entrar en una buena universidad. Ya no soy tan joven, no puedo depender de mi familia para todo. 

Las palabras de Luna sorprendieron, y entristecieron a Liora. Parecía que Luna realmente había crecido. 

-Todavía eres joven y no necesitas crecer tan rápido. Para mí, siempre serás una niña. 

Al escuchar las palabras de doña Liora, Luna cerró los ojos, se encontraba muy cansada. Cuando finalmente me libere de la familia García, me la llevaré conmigo señora Liora. 

Fuera de la sala, la cerradura de la puerta fue liberada lentamente… 

Andrés olvidó su portátil en la habitación y se regresó a recogerlo. Escuchó accidentalmente esas palabras. Bajo su mirada sombría, destelló una luz fría y penetrante. 

Retiró la mano y se dio la vuelta, alejándose de la habitación. 

La sombra en la puerta ya se había marchado, y Luna retiró su mirada suavemente. 

Andrés… ¿Lo oiste todo? 

En realidad, realmente… he decidido renunciar a ti. 

¡Ya no te amo, Andrés! 

Aguantando el dolor, terminó durmiéndose hasta el amanecer. 

Su sueño fue profundo y no tuvo ninguna pesadilla. 

+15 BONUS 

El señor García regresó a la capital a mediodía, aterrizando en el aeropuerto a las doce. 

Detrás de él había varios guardaespaldas vestidos de negro. 

En la Mansión del Sol. 

En la biblioteca de la casa de García, había una atmósfera opresiva. 

El hombre de mediana edad quemó tres varillas de incienso y las puso devotamente en su frente. 

Después de haber hecho esto, los retiró y los colocó en el incensario. 

-Lo siento, padrino. Todo es mi culpa. No he cuidado bien a Luna y la he descuidado sin saber cómo la 

tratan en la escuela. 

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