La Fuga de su Esposa Prisionera Capítulo 5
Capítulo 5 Al darse cuenta de que habia dicho algo indebido, Joana se tapó la boca rápidamente: “No es nada. Ahora que has entrado en la familia Malavé, tienes que aprender las normas. Mira cómo estás, qué vergüenzal” Zulema levantó la mano para cubrirse: “Ahora mismo voy a cambiarme“. “Qué vergüenza, ni siquiera entiendo que vio Roque en ti. Cualquier muchacha de Orilla vale más que tú“, Joana hablaba con desprecio cuando de repente, un traje gris fue colocado sobre los hombros de Zulema, esta se sintió cálida, con un aroma familiar. “Aunque sea asi, la que pierde la dignidad no eres tú“. Roque la rodeó con sus brazos: “Señora Joana, creo que se está excediendo“. Zulema trató de esquivarlo instintivamente, preocupada por ensuciar o mojar su ropa, pero él la abrazo con firmeza, lo que la puso aún más nervosa. ¿Qué estaba pasando? Ella era la que había quedado empapadal bajo la lluvia, ¿acaso él tenía fiebre y estaba delirando? Al verio, Joana rápidamente puso una sonrisa forzada: “Roque, solo estaba enseñándole a tu esposa cómo deben comportarse“. “Las únicas reglas que importan son las mias. ¡No tiene que seguir las tuyas!“. La sonrisa de Joana se congeló en su rostro, y Zulema se quedó aún más rigida, no podía haber escuchado mal, Roque estaba defendiéndola. Y con cuidado, él la llevó hacia la villa: “Poncho, acompaña a la señora a la salida“. “Si, señor“, Zulema se sentia incómoda y no se atrevia a moverse: “Esa señora era tu madre?” “Solo mi madrastra“. Zulema respondió: “Al defenderme de ella, seguro que la ofendiste“. Roque contestó con indiferencia: “Sila ofendi, pues ya está. Realmente no le importaba. “Ella no tiene derecho a maltratarte“, apretó los labios ligeramente. “En todo el mundo, solo yo tengo el derecho de hacerte eso“. Zulema sintió un escalofrio al escucharlo, incluso humillarla era un derecho exclusivo de él, y nadie más podia hacerlo. “Antes le dijiste a Joana que lo sentias, ¿verdad?“. Zulema bajó la vista: “SI“. Y en ese instante recibió una bofetada. Ella lo miró atónita, sin comprender en qué se había equivocado. ¿Solo por haberse disculpado con Joana?-Él tampoco le explicó solo levantó una ceja con desden Ella tenía que seguir sus órdenes y con un “ipaf“, se abofeteó con fuerza, conteniendo las lágrimas, debia sonar fuerte y dejar una marca roja en la mejilla para satisfacerlo. De lo contrario, vendría otra bofetada, y otra, hasta que él estuviera contento. *Bien, ya estás aprendiendo“, dijo Roque señalando la caja térmica en la mesa de centro. “Abrela“. Zulema obedeció, al levantar la tapa, un aroma delicioso llenó el aire, despertando su apetito. “Esto es… “Comida que trajo Joana” Zulema recordó que su madre también solia prepararle comida, pero tal vez nunca más podría probar los platillos de su madre, la probabilidad de que una persona en coma se recuperara era muy baja. De repente, tuvo ganas de llorar desconsoladamente, pero no se atrevió, solo pudo parpadear rápidamente para contener las lágrimas. Roque, con las piernas cruzadas y la barbilla en alto, ordenó: “Zulema, come“. ¿Eh? ¿Ella debía beberlo? “No me parece adecuado. Eso lo preparó Joana para ti“, dijo Zulema. “Si te digo que lo comes, lo comes“. La paciencia de Roque comenzaba a agotarse: “Desde hoy, toda comida que ella traiga, tú la comeras“. Incluso tomó un cubierto, cogió un poco de comida y la llevó a los labios de Zulema. “Yo puedo hacerlo…” ‘Come“. Sin alternativa, ella abrió la boca. Una sonrisa enigmatica cruzó los ojos de Roque. Esa comida, si la comía un hombre, podia afectar su fertilidad e impidiendo que tuviera descendencia, aquello era perfecto, que Zulema la comiera, ella era mujer, la comida no la afectaria. Y si lo hiciera, ¿qué importaba? Él no se preocupaba por la vida o la muerte de ella. Zulema, ajena a todo, tomó la comida porque tenia hambre. “Firmado“. Mientras bebia a sorbos pequeños, Roque le lanzó un acuerdo. Ella lo miró fijamente; era un documento de divorcio. Acababan de casarse y ya estaban hablando de divorcio, ¿qué estaba planeando él? Tres meses después, nos divorciamos y te vas sin nada“, le dijo Roque, apoyándose en la frente. “Durante estos tres meses, debes comportarte como una buena Sra. Malavé“. Él tenía la plena confianza en que encontraria a la mujer con la que había pasado la noche en un plazo de tres meses y cuando eso sucediera, Zulema ya no tendría razón para estar alli. Él se casaria con esa mujer. Esa noche, toda su belleza, hizo que él la empezara a extrañar sin control. […]
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